El árbol central del jardín del Paraíso no era un manzano. Los árboles de fruta (las higueras y el manzano) los puso el dios arquitecto de las cosas para alimento de los hombres y las bestias que había ido creando. El árbol que el dios de las tierras y los mares plantó en medio del jardín, el que igualaba a los hombres con los dioses y que, al mismo tiempo, era capaz de hacer descubrir su desnudez a los humanos tuvo que ser, sin duda alguna, el que se llama, desde antiguo, el “árbol de la palabra”. Al pie de aquel árbol, frondoso y gigantesco, roto por fin el silencio, el más torpe de los monos comenzó a crear. como los dioses, este complejo universo de símbolos e historias…
ISBN: 978-84-9773-914-6
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